25.6.05
La salsa inglesa no se baila
Noticias recientes de nuestra corresponsal en un lugar que definitivamente está en el Reino Unido, acaban de echar por tierra nuestros intuitivos conocimientos.
Afirma categóricamente que, la sonadísima Salsa Inglesa no tiene que ver con ritmo alguno ni pertenece a la música popular de tan célebre isla. Y aquí me tienen creyendo que no sólo los Beatles, Radiohead, U2 y los Rolling, sino también esa pegajosa música que se baila tan bien vienen de aquel conjunto de islas. Suponía yo que los ingleses llegaron hace muchísimos años a Colombia y no sólo dieron a conocer su afición por las infusiones, el fútbol y una hora del día para coger con delicadeza la tacita y hacer migas. En eso creía yo, en que su desembarco también acarreó un germen que se apoderó de todos nosotros y nos alimentó de aquel ritmo tan nuestro. También me queda claro ahora por qué me iba tan mal en historia universal.
Pensándolo con blógica, estaría difícil mover a los ingleses al ritmo de salsa... y aún más el lograr que alguno, con todo y esas curiosas falditas y las gaitas, llevara tan sabrosa cadencia enmedio de las siempre brumosas calles de allá.
Lo curioso de este asunto es que la mentada salsa inglesa no es precisamente inglesa...
Sucede que un par de químicos(?) que se apellidaban Lea y Perrins (la marca actual de la salsa más vendida) recibieron el encargo de Lord Sandy de Worcestershire, quien estaba prendado a las salsas agridulces que probó por un buen rato en la entonces colonia inglesa que ahora es la India. El caso es que ellos se pusieron a crear una salsa bien original y agridulce. Abandonaron el proyecto porque no le daban. Dos años más tarde volvieron a abrir el barril que habían preparado (antes las cosas se hacían en proporciones considerablemente más grandes) y probaron la salsa... El añejamiento de la misma mejoró mucho su sabor, era como los buenos vinos, que con el tiempo se vuelven mejores. Contentísimos se pusieron a comercializarla a partir de 1837 y desde entonces tenemos salsa inglesa. Toda vez que los ingleses son ingeniosos comerciantes, la popularidad de la salsita se extendió, por lo que se volvió famosa y relevante. Aunque la fama no llega sola, se necesitan mitos y grandes nombres.
Un muy buen ejemplo de gran nombre es el coctel (del inglés cock y tail, por cierto) “Bloody Mary“, que es célebre por ser un muy socorrido “tratador“ de crudas. Además la salsa inglesa es de esos pocos ingredientes que están siempre en busca de platillos... ahora la vemos muy seguido en las carnes, luego en las sopas y hasta en las ensaladas.
Por cierto, sólo $ 13.90, precio de mostrador. Demasiado barata para ser un alimento que se lleva dos años de añejamiento y está hecha a partir de ingredientes “secretos“... A mí se me hace que es sólo eso, un gran mito, tan grande como la Reina de Inglaterra y la sonrisa de Tony Blair.
12.6.05
Cuando McDonald's (y anexas) nos alcance
¿Mediano, Grande o muy grande?
Casi todos quisimos ir alguna vez a McDonald's. La razón era muy simple: esa comida monótona y grasienta poseía un encanto especial, así es, tenía algo que alguna vez nos pareció divertido, juguetes, juegos, payasos, etc. En mi caso no era Ronald el payaso, él más bien me daba escalofríos en su eterna pose de un agresivo listado rojo y amarillo, con las piernas despintadas -tanto niño que se le subía- y esa sonrisa que me hacía pensar que algo estaba ocultando. A mí todo ese ambiente agringado y festivo se me antojaba, sobre todo por la parte aquella donde habían juegos mecánicos varios, que es, sin duda, el imán atractor de niños. Van los niños, ni modo, van los papás, aunque esa carne precocida sepa a cartón y la variedad se limite a unos engendros fritos que están lejos de simular al pollo (y miren que el pollo sabe casi a cualquier cosa).
Con todo y eso McDonald's y anexas están a reventar los fines de semana.
Una zambullida, hace unos diez años, en el colorido restaurante daba resultados muy claros: la población visitante estaba bien definida, niños con sus papás y gente joven que pasaba por alguna malteada. La gente mayor dejaba a un lado las hamburguesas y la mayoría de la gente aún estaba muy contenta comiendo tacos o gorditas.
Otra zambullida, el 11 de junio, nos deja ver que las cosas han cambiado. Donde se veía lleno de niños, sigue igual. Pero ahora los demás estratos le están llegando a la comida rápida, como ampliando sus horizontes culinarios. Vemos varios pensionados pasar por la mañana a adquirir esos desayunos insípidos de a diez baros la pieza. Allá va uno de raro y cansado andar; con dificultad consigue esperar su pedido y trata de ignorar el enjambre de niños que permea casi todo el local. Al fin consigue sentarse, cruza con un esfuerzo considerable la pierna, observa su McTrío con una mezcla de aburrimiento y hambre, luego comienza a comer despacito, dando sorbos pausados a su vaso de papel reciclable, el cual grita cosas en diversos idiomas y colores chillantes, vendiendo ideas que están como una impronta en las nuevas generaciones.
Pero no se trata sólo de él. Luego se ve llegar a una pareja de aproximadamente sesenta años. Mas tarde entran cuatro marías con sus respectivos retoños. Todos piden en apenas español sus hamburguesas (lo que pude escuchar con total claridad fue "Coca-Cola", que se repitió en todos los casos). Y ahí están, y llegan más, todos de distintos extractos sociales, comiendo de lo mismo.
Ahhh! Al fin penetró de lleno la comida rápida gringa. Es ahora cuando vemos que hasta el tan peculiar "protocolo" de servicio está bien claro en todos los consumidores. Ya nadie espera en la mesa a que un mesero o chalán le tome la orden; tampoco vemos que la gente olvide pedir suficientes bolsitas de catsup o se pregunte acerca del tamaño de las porciones.
¿Para quién es aún desconocido el McTrío o los McNuggetts?, ¿la Quarter Pounder y la Big Mac?
Ahí estamos, consumiendo en charolitas de plástico reciclado de mediana densidad, compartiendo las papas y la catsup sobre un trozo de papel estampado que no parece incomodar a nadie; gozando el afortunadamente inigualable sinsabor de una hamburguesa tibia acompañada de suficiente almidón frito y salado y una considerable dosis del refresco preferido. Si se tiene la edad (o aunque no se la tenga), es posible hacerse de un juguetito. En estos momentos un C3PO de plástico -aquel dorado androide de Star Wars- me está mirando a la vez que es ensamblado por un contentísimo niño que apenas puede sostenerlo; por allá hay un peluche verdoso que apenas se asoma de la caja de cartón. Sin duda es cierto, McDonald's está en tu sonrisa. Bástenos mirar a esos niños frenéticos que celebran un cumpleaños en el ala izquierda, acompañados de una réplica aún menos afortunada del conocido payaso.
Y todo ese ejército de McCosas desfila ante nosotros mientras la cajera nos ofrece con una rutinaria atención:
- ¿Desea acompañar con un pay de manzana su orden?
Casi todos quisimos ir alguna vez a McDonald's. La razón era muy simple: esa comida monótona y grasienta poseía un encanto especial, así es, tenía algo que alguna vez nos pareció divertido, juguetes, juegos, payasos, etc. En mi caso no era Ronald el payaso, él más bien me daba escalofríos en su eterna pose de un agresivo listado rojo y amarillo, con las piernas despintadas -tanto niño que se le subía- y esa sonrisa que me hacía pensar que algo estaba ocultando. A mí todo ese ambiente agringado y festivo se me antojaba, sobre todo por la parte aquella donde habían juegos mecánicos varios, que es, sin duda, el imán atractor de niños. Van los niños, ni modo, van los papás, aunque esa carne precocida sepa a cartón y la variedad se limite a unos engendros fritos que están lejos de simular al pollo (y miren que el pollo sabe casi a cualquier cosa).
Con todo y eso McDonald's y anexas están a reventar los fines de semana.
Una zambullida, hace unos diez años, en el colorido restaurante daba resultados muy claros: la población visitante estaba bien definida, niños con sus papás y gente joven que pasaba por alguna malteada. La gente mayor dejaba a un lado las hamburguesas y la mayoría de la gente aún estaba muy contenta comiendo tacos o gorditas.
Otra zambullida, el 11 de junio, nos deja ver que las cosas han cambiado. Donde se veía lleno de niños, sigue igual. Pero ahora los demás estratos le están llegando a la comida rápida, como ampliando sus horizontes culinarios. Vemos varios pensionados pasar por la mañana a adquirir esos desayunos insípidos de a diez baros la pieza. Allá va uno de raro y cansado andar; con dificultad consigue esperar su pedido y trata de ignorar el enjambre de niños que permea casi todo el local. Al fin consigue sentarse, cruza con un esfuerzo considerable la pierna, observa su McTrío con una mezcla de aburrimiento y hambre, luego comienza a comer despacito, dando sorbos pausados a su vaso de papel reciclable, el cual grita cosas en diversos idiomas y colores chillantes, vendiendo ideas que están como una impronta en las nuevas generaciones.
Pero no se trata sólo de él. Luego se ve llegar a una pareja de aproximadamente sesenta años. Mas tarde entran cuatro marías con sus respectivos retoños. Todos piden en apenas español sus hamburguesas (lo que pude escuchar con total claridad fue "Coca-Cola", que se repitió en todos los casos). Y ahí están, y llegan más, todos de distintos extractos sociales, comiendo de lo mismo.
Ahhh! Al fin penetró de lleno la comida rápida gringa. Es ahora cuando vemos que hasta el tan peculiar "protocolo" de servicio está bien claro en todos los consumidores. Ya nadie espera en la mesa a que un mesero o chalán le tome la orden; tampoco vemos que la gente olvide pedir suficientes bolsitas de catsup o se pregunte acerca del tamaño de las porciones.
¿Para quién es aún desconocido el McTrío o los McNuggetts?, ¿la Quarter Pounder y la Big Mac?
Ahí estamos, consumiendo en charolitas de plástico reciclado de mediana densidad, compartiendo las papas y la catsup sobre un trozo de papel estampado que no parece incomodar a nadie; gozando el afortunadamente inigualable sinsabor de una hamburguesa tibia acompañada de suficiente almidón frito y salado y una considerable dosis del refresco preferido. Si se tiene la edad (o aunque no se la tenga), es posible hacerse de un juguetito. En estos momentos un C3PO de plástico -aquel dorado androide de Star Wars- me está mirando a la vez que es ensamblado por un contentísimo niño que apenas puede sostenerlo; por allá hay un peluche verdoso que apenas se asoma de la caja de cartón. Sin duda es cierto, McDonald's está en tu sonrisa. Bástenos mirar a esos niños frenéticos que celebran un cumpleaños en el ala izquierda, acompañados de una réplica aún menos afortunada del conocido payaso.
Y todo ese ejército de McCosas desfila ante nosotros mientras la cajera nos ofrece con una rutinaria atención:
- ¿Desea acompañar con un pay de manzana su orden?
10.6.05
Y dicen que nuestra memoria térmica es pésima
Yo no estoy tan seguro.
Unos sujetos, presumiblemente estudiosos de los asuntos más calenturientos del sentir humano, hace no mucho dijeron en la telera (o en algún otro méndigo recoveco mediático):
- Si ustedes se fijan, y aunque no se fijen, notarán que la capacidad que tenemos para "recordar" con claridad cuán caliente o frío es el entorno es muy limitada. En realidad, a pesar de quejarnos todo el tiempo del clima, comparándolo siempre con los años anteriores, no tenemos la referencia tan clara. Esto es, no recordamos claramente si estaba más o menos caliente.
Fútil madre! entonces eso de estar diciendo "ah! qué pinche calorón" en cada taxi que te subes o con cada persona con la cual no tienes absolutamente nada interesante por decir, no sólo es ocioso, no! también es absurdo.
Yo no sé uds., pero me vale si no me acuerdo bien del clima del año pasado, yo seguiré diciendo que este calor me tiene hasta la madre, y que consigue que hasta los moscos estén más flacos y lleven un vuelo claramente menos concentrado. Vamos, se nota hasta en esa polilla que acaba de entrar por mi ventana (de esas grandotas); y no es que la tan incómoda temperatura esté haciéndome alucinar con los invertebrados, lo que pasa es que nunca había visto una de ésas saltar con tan desesperante precisión en este vaso de té helado. Y ahora no es que envidie la condición análoga al tan célebre Gregorio Samsa en su inolvidable Metamorfosis, pero a poco no se antoja un peregrino clavado en esta cafesosa, helada y muy ligeramente azucarada piscina?
Pero cualquiera que sea el fenómeno de acaloramiento global (el Niño, o como lo llamen), no podría tener sólo pegajosas y desagradables consecuencias. Claro que no...
Bastará mirar las calles, notar que donde otrora halláramos abrigos y poca piel asomándose, ahora hay todo un desfile de poca ropa! Nada mal... definitivamente.
Por otra parte, creo que dejé de envidiar a la polilla... a los 15 minutos dejó de moverse, 'ora sí que ya se enfrió.
Claro, calro, calor!
Unos sujetos, presumiblemente estudiosos de los asuntos más calenturientos del sentir humano, hace no mucho dijeron en la telera (o en algún otro méndigo recoveco mediático):
- Si ustedes se fijan, y aunque no se fijen, notarán que la capacidad que tenemos para "recordar" con claridad cuán caliente o frío es el entorno es muy limitada. En realidad, a pesar de quejarnos todo el tiempo del clima, comparándolo siempre con los años anteriores, no tenemos la referencia tan clara. Esto es, no recordamos claramente si estaba más o menos caliente.
Fútil madre! entonces eso de estar diciendo "ah! qué pinche calorón" en cada taxi que te subes o con cada persona con la cual no tienes absolutamente nada interesante por decir, no sólo es ocioso, no! también es absurdo.
Yo no sé uds., pero me vale si no me acuerdo bien del clima del año pasado, yo seguiré diciendo que este calor me tiene hasta la madre, y que consigue que hasta los moscos estén más flacos y lleven un vuelo claramente menos concentrado. Vamos, se nota hasta en esa polilla que acaba de entrar por mi ventana (de esas grandotas); y no es que la tan incómoda temperatura esté haciéndome alucinar con los invertebrados, lo que pasa es que nunca había visto una de ésas saltar con tan desesperante precisión en este vaso de té helado. Y ahora no es que envidie la condición análoga al tan célebre Gregorio Samsa en su inolvidable Metamorfosis, pero a poco no se antoja un peregrino clavado en esta cafesosa, helada y muy ligeramente azucarada piscina?
Pero cualquiera que sea el fenómeno de acaloramiento global (el Niño, o como lo llamen), no podría tener sólo pegajosas y desagradables consecuencias. Claro que no...
Bastará mirar las calles, notar que donde otrora halláramos abrigos y poca piel asomándose, ahora hay todo un desfile de poca ropa! Nada mal... definitivamente.
Por otra parte, creo que dejé de envidiar a la polilla... a los 15 minutos dejó de moverse, 'ora sí que ya se enfrió.
Claro, calro, calor!
5.6.05
Cuando la mano derecha no sabe batir hasta llegar al turron
Es entonces cuando duele la izquierda...
Me pregunto si todos los batidores de güevos antes de que la revolucionaria (en el sentido eléctrico) batidora llegara a sus manos, tenían un brazo más ponchado que el otro, o simplemente eran de esos seres ambidextros, de los cuales no sobran en este mundo. Aunque también tenemos esas batidoras que parecían monociclos, las cuales no dejan de ser un portentoso lance de la revolución industrial.
Un par de buenos güevos (sólo las claras, aclaro) pueden darnos nubes de merengue en no más de 5 minutos de batida con corriente eléctrica.
Otro par de nobles y donosos güevos (ya con yemas o sin ellas), a lo largo de unos 12 minutos, ofrecerán un turrón que difícilmente se despegará de las paredes de esta incómoda bandejita donde improvisadamente decidí imprimir toda mi hombría. El resultado siempre es satisfactorio, siempre y cuando no participe esa mano que a veces sentimos ajena -que en mi caso será la derecha, ante mi (ab) zurda situación-, porque puede proyectar el esponjoso contenido hacia lugares insospechados.
El encabronamiento subsecuente (más que obvio), nos llevará a lamentarnos por no tener esa pinche maquinita que cuesta no más de trescientos baros en “La Comer“ (una sencillita, claro), que siempre sí es así de revolucionaria. Evitará que se le fatigue el brazo izquierdo y que piense en por qué carajos este duque recién depuesto se encuentra batiendo un par de güevos.
Esto de las claras revolucionadas me hace pensar en que no todas las cosas tienen que llevar “todos los güevos“, pues en este caso nomás no sale el turrón.
Ah verdá...
3.6.05
Pero la colacion ya no estaba en la piñata...
Y los gringos fueron a un pais pequeño, dominado por la intolerancia y el terror.
Y luego le dijeron a todo el mundo que “todo suave“, que el rollo era nomás acalambrar al Saddam (a quien sacaran de un humillador hoyo y luego hasta fotografiaran en canicas, lavando sus enaguas), porque se estaba pasando de tueste con los pobrecitos iraquíes. Que el nuevo régimen republicano iba a rifar y que la gente ya no iba a pasar carencias.
Pero mucha banda en todo el mundo sí se dio cuenta de las obvias intenciones del belicoso Bush. Fue entonces que se empezaron a amuinar, quejándose de maneras muy diversas.
Ya vimos musulmanes inmolandose, también sórdidas imágenes en todos los medios, vamos, hasta salpicones de sangre de japoneses o belgas o italianos (para que vean que ellos no le entran al racismo), demostrando que el asunto está bien pesado.
Ahora, en 8 mm y technicolor, vemos una peliculilla que se llama “Las tortugas pueden volar“, que nos canta a grito pelado el devenir de los refugiados en las fronteras iraquíes. Yo no soy de los que van a sufrir al cine, pues considero que hay antes mil realidades (las locales, sobre todo) que nos patean los ojos en todo momento, aunque un considerable sector poblacional viva en una indolente burbuja que no los deja hacer conciencia.
Es entonces cuando vas a Perisur, núcleo de concentración fresa (o burguesa, en términos izquierdistas), y te das cuenta que ver películas “no-pop“ ya está súper in...
Y la incómoda banda dentro de la sala, las niñas, acurrucadas bajo el protector brazo peludo de su acompañante, con un no sé qué de tristeza... Volteo ligeramente a los asientos cercanos, noto que esas personitas que normalmente se posan en camionetota o vehículo con cuatro circulitos entrelazados, mágicamente adoptan una postura de sensibilidad inusitada.
Pus' sí, mira que el boleto, toda vez que da la entrada a la cómoda sala tipo estadio con refrigeración análoga a un carrito de paletas, permite llevarnos a posturas claramente establecidas... El sentido común indica que si la muvi está gruexa, la postura “in“ es enjugarse un rato las lágrimas o, por lo menos, dejar de ser esa inconsciente sorbedora de aguas del imperio (alias Coca-Cola, claro, en su versión light) y parar la maquinaria come-come de cualquiera de esas cosuchas que te venden con utilidades de ca. 500 %.
Vamos pues, que fluya la sensibilidad a moco tendido!!!
Ahhh! Vamos a empezar a extrañar esas congregaciones de ruquitos o de banda “cero a la izquierda“ que nunca, jamás llenaba la sala... No! ahora se llena, y se seguirá llenando los próximos días, y veremos que esa indolencia consumista, que da muestras diarias de no tener claro qué diablos pasa aquí, se desactiva en el cinito, convirtiéndose en una sensibilidad llevada a extremos similares a cuando mis hermanitas lloraban al ver los capítulos de Remi.
La propuesta va a ser simple: hagamos un filme de la realidad en la especie de país en la que vivimos, vamos a poner como un drama de 49 baros -precio de mostrador, sólo efectivo- (que muy probablemente lo sea) el caso de las muertas de Juárez o las bronquísimas del desempleo... Vamos a poner a prueba esa indolencia selectiva...
Y no digo que no haya que voltear para Irak, que vive una situación mucho más grave que la nuestra, lo sostengo que la magia del cine (sin que suene a popular cadena multicolor) es infinita! Mira que despertar la reflexión en aquellos ojos donde nunca vi nada más que moda y nuevas tendencias. Eso sí fue un logro.... o.... no habrá sido pura pose...? Chale!
Y de postre, cientos de comentarios, casi clonados diciendo más o menos lo mismo. Cinco minutos después, surge una idea... ya sé, mejor vámonos al Starbucks, no?
Ah!!! “todo suave“, no?
Y luego le dijeron a todo el mundo que “todo suave“, que el rollo era nomás acalambrar al Saddam (a quien sacaran de un humillador hoyo y luego hasta fotografiaran en canicas, lavando sus enaguas), porque se estaba pasando de tueste con los pobrecitos iraquíes. Que el nuevo régimen republicano iba a rifar y que la gente ya no iba a pasar carencias.
Pero mucha banda en todo el mundo sí se dio cuenta de las obvias intenciones del belicoso Bush. Fue entonces que se empezaron a amuinar, quejándose de maneras muy diversas.
Ya vimos musulmanes inmolandose, también sórdidas imágenes en todos los medios, vamos, hasta salpicones de sangre de japoneses o belgas o italianos (para que vean que ellos no le entran al racismo), demostrando que el asunto está bien pesado.
Ahora, en 8 mm y technicolor, vemos una peliculilla que se llama “Las tortugas pueden volar“, que nos canta a grito pelado el devenir de los refugiados en las fronteras iraquíes. Yo no soy de los que van a sufrir al cine, pues considero que hay antes mil realidades (las locales, sobre todo) que nos patean los ojos en todo momento, aunque un considerable sector poblacional viva en una indolente burbuja que no los deja hacer conciencia.
Es entonces cuando vas a Perisur, núcleo de concentración fresa (o burguesa, en términos izquierdistas), y te das cuenta que ver películas “no-pop“ ya está súper in...
Y la incómoda banda dentro de la sala, las niñas, acurrucadas bajo el protector brazo peludo de su acompañante, con un no sé qué de tristeza... Volteo ligeramente a los asientos cercanos, noto que esas personitas que normalmente se posan en camionetota o vehículo con cuatro circulitos entrelazados, mágicamente adoptan una postura de sensibilidad inusitada.
Pus' sí, mira que el boleto, toda vez que da la entrada a la cómoda sala tipo estadio con refrigeración análoga a un carrito de paletas, permite llevarnos a posturas claramente establecidas... El sentido común indica que si la muvi está gruexa, la postura “in“ es enjugarse un rato las lágrimas o, por lo menos, dejar de ser esa inconsciente sorbedora de aguas del imperio (alias Coca-Cola, claro, en su versión light) y parar la maquinaria come-come de cualquiera de esas cosuchas que te venden con utilidades de ca. 500 %.
Vamos pues, que fluya la sensibilidad a moco tendido!!!
Ahhh! Vamos a empezar a extrañar esas congregaciones de ruquitos o de banda “cero a la izquierda“ que nunca, jamás llenaba la sala... No! ahora se llena, y se seguirá llenando los próximos días, y veremos que esa indolencia consumista, que da muestras diarias de no tener claro qué diablos pasa aquí, se desactiva en el cinito, convirtiéndose en una sensibilidad llevada a extremos similares a cuando mis hermanitas lloraban al ver los capítulos de Remi.
La propuesta va a ser simple: hagamos un filme de la realidad en la especie de país en la que vivimos, vamos a poner como un drama de 49 baros -precio de mostrador, sólo efectivo- (que muy probablemente lo sea) el caso de las muertas de Juárez o las bronquísimas del desempleo... Vamos a poner a prueba esa indolencia selectiva...
Y no digo que no haya que voltear para Irak, que vive una situación mucho más grave que la nuestra, lo sostengo que la magia del cine (sin que suene a popular cadena multicolor) es infinita! Mira que despertar la reflexión en aquellos ojos donde nunca vi nada más que moda y nuevas tendencias. Eso sí fue un logro.... o.... no habrá sido pura pose...? Chale!
Y de postre, cientos de comentarios, casi clonados diciendo más o menos lo mismo. Cinco minutos después, surge una idea... ya sé, mejor vámonos al Starbucks, no?
Ah!!! “todo suave“, no?
Y esta blógica, ¿sirve?
Pues sí,
tomando en cuenta que la ociosidad y la tecnología nos están rebasando, bien vale la pena echar a andar este motor.
Todos (los pocos o muchos que lleguen a entrar) van a preguntarse:
¿Qué méndigo motivo nos tiene posteando notitas en la internet?
Bueno, en mi caso se va a tratar de un vehículo para gritar todo eso que no encuentra oídos de inmediato, y sí, también (como casi todos) para darle en la madre a esta ociosidad, la cual sigue por desgracia -u lo que sea-, siendo la madre de toda psicología.
Sea pues, demos inicio a esta madrola que, sin embargo, se mueve (y un chingo).
tomando en cuenta que la ociosidad y la tecnología nos están rebasando, bien vale la pena echar a andar este motor.
Todos (los pocos o muchos que lleguen a entrar) van a preguntarse:
¿Qué méndigo motivo nos tiene posteando notitas en la internet?
Bueno, en mi caso se va a tratar de un vehículo para gritar todo eso que no encuentra oídos de inmediato, y sí, también (como casi todos) para darle en la madre a esta ociosidad, la cual sigue por desgracia -u lo que sea-, siendo la madre de toda psicología.
Sea pues, demos inicio a esta madrola que, sin embargo, se mueve (y un chingo).
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