19.9.05

Vocacion de jardinero

No soy yo quien puede mantener verdes y frondosas las plantas, no.

Pruebas varias me lo dijeron en este departamento: aquel romero moribundo; la albahaca que nunca pudo llevarse con el tomillo; el tomillo que, calculo, tuvo graves problemas de adaptación al compartir la misma maceta; la maceta rota que escurría más agua de la que le agregaba.

Es seguro que el escaso vientecillo que acarrean mis pasos y el abrir y cerrar de puertas nunca fue suficiente. La pobre iluminación que trae mi ausencia en este primer piso; mi brutal incapacidad para recordar fechas de cumpleaños, obligaciones varias y turnos de alimentación terminaron con sus vidas.

Debí sospecharlo. Cuando uno olvida alimentarse, es poco probable que recuerde cuándo debe alimentar a los vegetales. No puedo ocultar esta pesadez por haber dejado morir tan aromáticas hojas. Volveremos a los frascos de albahaca y romero secos; se acabó el sentirse como en el campo, con la libertad de otear desde lo más alto de la colina y detectar un buen brote de hierbas aromáticas. Me quedará recordar el incidente como algo de lo que no soy capaz.

Como recordatorio tengo aún esta maceta quebrada en dos, que está desportillada y recoge aún algunas hojillas grises de lo que fuera una planta de tomillo. Las otras dos, de tanta tristeza decidí ponerlas al pie de la puerta, fuera de casa; que el sol bruña sus hojas y éstas saquen el mejor partido de sus rayos, ahora que apenas se levantan de la maceta.

Siempre queda un consuelo ¿Qué sería de los solitarios como yo sin las xerófitas y todas esas plantas que se contentan con recibir el delgado espejo de agua de este vaso? De seguro nuestra vida sería aún gris... aunque tantas espinas comienzan a hacerme pensar que jamás podré acariciar este inveterado cactus.

Ahí se quedará, él es el de las espinas, sobre la improvisada mesa de centro que es el baúl que heredé del abuelo; junto a la bonachona estatuilla color terracota con forma de perro. No es la mejor compañía, pero dudo poder ofrecerle más.

Addendum del 26 de agosto 2006

Después de mi ausencia, y aprovechando las virtuosas manos de mi vecina, mis plantas son ahora verdesverdesverdes ¿Cómo es eso?

i. Cuando las plantas se dieron cuenta del cambio temporal de potestad, decidieron levantar su raquítica huelga de hambre y crecieron como helechos prehistóricos,

ii. Las copiosas lluvias las riegan aunque yo ni cuenta me dé (también es cierto que recibí un oficio del Cactus, quien indignado exigia mayor atención para encargarme de la poda de las inevitables yerbasmalas, además de una reducción inmediata de su ración diaria de agua), y la más importante

iii. Mi vecina, quien le habla por las mañanas y las mima, cosa que yo no podría ni sabría hacer.

24.8.05

Musica para leerse

Algo más de Hierro, que reúne trescientos años del clarinete (aquél de las sonatas de Brahms) en unas cuantas líneas, haciendo una impresionante nueva lectura de la Rapsodia en blue de Gershwin.

(...) El clarinete suena ahora
al otro lado del océano de los años.
Varó en las playas tórridas de los algodonales.
Allí vivió muertes ajenas y vivió desamparos.
Se sometió y sufrió, pero se rebeló.
Por eso canta ahora, desesperanzado y futuro,
con alarido de sirena de ambulancia
o de coche de policía.
Suena hermoso y terrible.


Ya Eusebio Ruvalcaba se encargó este sábado de dárnoslo a conocer, sin dejar de hacer notar la innegable capacidad de Hierro para hacernos sentir emociones que antes no hubiéramos concebido.

Ahora, cada que recuerdo el inicio de la Rapsodia en Blue siento vértigo, me transporto con su canto y tiemblo. Se acabó el otoño para el clarinete, se convirtió en luces nocturnas y anécdotas de viajes. Ahora viaja en las naves mercantes, relatando sus días vagabundos con ese tono tan humano que ya nos suena a desenfado y nuevo mundo.

Con eso de que viene el otoño

Pues sí, es mi estación favorita.

Tal vez sea cosa de Brahms o de los tan agradables colores de las hojas; acaso sea este clima lluvioso y mis ventanas salpicadas de gotas frescas. Sólo sé que quiero salir a dar una buena caminata matinal y sentir el vaho que sale de mi boca, contemplar el cielo y sus tonos grises, mientras suspiro y lleno mi ser de esta tranquilidad inerme.

Ahí les va algo de José Hierro (1922-2002), creo que va con el clima.

OTOÑO

Otoño de manos de oro.
Ceniza de oro tus manos dejaron caer al camino.
Ya vuelves a andar por los viejos paisajes desiertos.
Ceñido tu cuerpo por todos los vientos de todos los siglos.

Otoño, de manos de oro:
con el canto del mar retumbando en tu pecho infinito,
sin espigas ni espinas que puedan herir la mañana,
con el alba que moja su cielo en las flores del vino,
para dar alegría al que sabe que vive
de nuevo has venido.
Con el humo y el viento y el canto y la ola temblando,
en tu gran corazón encendido

18.8.05

La isla desierta

Aprovechando la moda con Helguera, los invitaré a que hagamos un ejercicio de prioridades (de los favoritos de este poeta).

La pregunta es ¿qué música te llevarías a una isla desierta?

Otorguemos diez espacios:

(yo comenzaré con la música para instrumento solo)

1. Suites de Bach para violonchelo (la versión de Pablo Casals).
2. Intermezzi Op. 117 de Brahms.
3. Preludios para piano Op. 28 de Chopin (Maurizio Pollini lo hace muy bien).
4. Trois Gymnopédies de Satie (Aldo Ciccolini).
5. Six Gnossiennes de Satie (Ciccolini).
6. Catálogo de aves de Messiaen.
7. Dos libros de Preludios de Debussy.
8. Sonata para piano no. 19 de Schubert (con Wilhelm Kempff).
9. Piezas para piano de Grieg.
10.Sonatas para piano de Beethoven (son 32, no pude evitarlas, menos aún pensando en Kempff como intérprete).

La lista no estuvo tan reñida, las demás sí me van a costar trabajo.

Música de cámara

1. Seis sonatas para violín de Bach (con Yehudi Menuhin)
2. Sonatas para clarinete Op. 120 de Brahms
3. Sexteto de cuerdas no. 1, Op. 18 de Brahms
4. Quinteto para clarinete Op. 115 de Brahms
5. Cuarteto de cuerdas no. 14, Op. 137 de Beethoven
6. Gran fuga, Op. 133 de Beethoven
7. Cuarteto de cuerdas no. 13 'Rosamunda' de Schubert
8. Cuarteto de cuerdas de Debussy
9. Quinteto para piano de Schnittke
10. Cuarteto de cuerdas no. 2 de Schönberg

Dejé a muchos fuera!!!

Creo que exageré con Brahms, me gustaría agregar el quinteto para clarinete de Mozart y más música de cámara de Schubert... por ejemplo, el Quartettsatz, los tantos cuartetos de Haydn o Mozart, las sonatas para chelo de Brahms o las de Beethoven!


Vayamos a los conciertos.

Conciertos

1. Concierto para violín, Op. 77 de Brahms
2. Concierto para piano no. 4 de Beethoven
3. Concierto para clarinete de Weber
4. Concierto para piano, Op. 87 no. 2 de Brahms
5. Concierto para piano no. 3 de Rachmaninov
6. Concierto para viola de Bartók
7. Concierto para piano de Schönberg
8. Concierto para violín de Beethoven
9. Concierto para oboe de Mozart
10. Triple concierto para violín, chelo y piano de Beethoven

Ni modo! demasiado pop!


Sinfonías

1. Tercera sinfonía de Mahler
2. Séptima sinfonía de Mahler
3. Sexta sinfonía de Mahler
4. Séptima sinfonía de Beethoven
5. Octava sinfonía de Shostakovich
6. Primera sinfonía de Brahms
7. Sexta sinfonía de Beethoven
8. Octava sinfonía de Schubert, 'Inconclusa'
9. Sinfonía india de Chávez
10. Cuarta sinfonía de Tchaikovsky

De no ser tan mahleriano hubiera puesto la séptima de Prokofiev, la séptima de Dvorak y alguna de Mozart... Tampoco hubiera podido omitir 'Los Adioses' de Haydn.

A ver... le toca a ustedes.

8.8.05

Postales

Una postal que vale la pena desempolvar, una que no ha visto la luz pública. Es de Luis Ignacio Helguera (1962-2003) y me estremece cada que la recorro.

Postal de Brahms

Esta vecina de mis padres en Chicago
ensaya todas las tardes el Andante un poco Adagio de la segunda sonata para viola de Brahms
mientras piso las hojas rojas y anaranjadas de la Campbell Avenue
¿Por qué le obsesiona ese movimiento como a mí?
(Porque no lo estudia; le obsesiona)
¿Por qué pasan estas cosas, tío?
No toca nada mal la viola, aunque se atora en un pasaje difícil, como yo en la vida
Quisiera tocar el timbre de su departamento
hablar con ella de Brahms, de esa serenidad sublime
y admirar la belleza de su viola y su cabellera
y la expresividad de sus brazos y sus ojos
mientras me ofrece un café o una copa
y hablamos del poder evocativo y las meditaciones otoñales brahmsianas
y del estatismo armónico, extraño y sublime
en el que flota un clarinete de pronto solista sobre el piano en el tercer movimiento del segundo [concierto para piano y orquesta
y la invito a cenar a Belmont
¿Pero qué tal si es una güereja desabrida o una anciana decrépita
o un maricón pelirrojo o un gordo devorador de hamburguesas?
Sólo quedaría sellar una brahmsiana amistad y largarme
¿Por qué pasan estas cosas en la vida, tío?
¿Por qué se pregunta uno por qué, si la vida toda es naturalmente azarosa e indescifrable?
Hace años que me obsesiona la dulzura de ese Andante
Brahms desojaba lentamente en el pentagrama los árboles más bellos
Me invade la melancolía pero no tengo el valor de tocar el timbre
Tal vez esa mujer espera a un brahmsiano que toque su timbre
Tal vez esa mujer sea tan solitaria y triste como yo
Tal vez esa mujer y yo podríamos amarnos, apadrinados por las barbas de Brahms
Tal vez sea la mujer de mi vida y me separen de ella la cordura y la cobardía de un timbre
Después de todo, la melancolía de los acordes
ambienta bien mi soledad
Me quedo con la belleza pura de la música
silbo la melodía y piso las hojas rojas y anaranjadas de la Campbell Avenue
y regreso con mis padres
Qué triste y hermoso y brahmsiano es el otoño en Chicago.


Es triste: este bohemio y ajedrecista nos dejó antes de tiempo. Un recuerdo de él y su obra.

27.7.05

Comiendo chop suey con tortillas

De entre los caprichos culinarios más exóticos, que incluso rebasan nuestra capacidad combinatoria o imaginativa, se encuentran aquellos que retan hasta al sincretismo y toda esa disciplina tan difícil de llevar con rigor, conocida como 'cocina criolla'...

Ya hemos probado con tradicional y crujiente éxito la capacidad que tenemos para abrazar desinteresadamente otros sabores. Una prueba, como algún cronista alguna vez resaltara, era el taco de chicharrón, en el cual nuestra tortilla rodeaba con embeleso a esa piel frita en manteca, haciéndonos notar cuán bien se llevaban el cerdo europeo con el maiz nacional.

Ahora, y para no desentonar ni perder originalidad, me he encontrado con otra combinación audaz: ya sea con un la tortilla hecha rollito o formando esa tan complicada palita (que hace las veces de cuchara comestible), abrazando ahora un buen plato de chop suey de pollo... Paseando la tortilla por el caldillo salado que reboza de arroz blanco. El sabor no me pareció similar a ninguno de los ingredientes por sí solos. Pude percibir el flujo de dos culturas que mezclaban sus orígenes.

La verdad no fue idea mía, tampoco fue el azar. Simplemente llegó al restaurante alguien que creyó que era una buena idea acompañar la botellita de salsa de soya con un tortillero.

Algunas ideas 'de las poco probables' se vuelven famosas, otras lo hacen por ser diferentes o exóticas. Desconozco el derrotero de ésta, pero dudo que trascienda a menos que pongamos una tortillería en la calle de Dolores y agotemos la producción de esos churritos grasientos (que se comen con el aderezo que sabe más bien a catsup), el pan al vapor y las galletas de la suerte.


Ahora que en el futuro podríamos incluir en las tortillas enrolladas el peculiar papelito que dicta la fortuna, haciendo algo así como 'tortillas de la suerte', que lejos de nutrir (pues para eso tenemos el programa 'Oportunidades' [del gobierno de Fox, como dicen en las noticias] o los apoyos del Rayito de Esperanza) nos hagan ser más optimistas en el próximo cotejo de la selección nacional.

12.7.05

Cultura de las palomitas de maíz

Yo tuve un pato de plástico que preparaba palomitas de maíz por medio de aire caliente. Su rostro desenfadado y su prominente cavidad ventral nos hacían las tardes más amenas; bastaba agregar el maíz y la famosa sal aquella que las hacía saber a mantequilla para tener una dotación infantil de esas siempre ociosas rosetas.
Lo malo fue que un día éste dejó de producirlas. No era empacho, fue sólo su 'china' duración: no más de un año. Fue suficiente para registrar el recuerdo y añorar palomitas regurgitadas por tan peculiar palmípedo.

Alguna vez escuché a alguien catalogar culturas: la del maíz, la del trigo, la del arroz, etc. Por supuesto, la nuestra era la del maíz. Viví creyendo que éramos de los países que más le entraban al maíz y que los gringos comían trigo y avena y que por eso estaban más grandotes.

Pues no, ellos -sólo en palomitas de maíz- consumen (y producen) considerablemente más que nosotros.

No podré negar el encanto en las cotufas de maíz, por el simple hecho de pensar en un producto que fue originado por la explosión ultra-rápida de una cápsula endotélica del grosor exacto para resistir la alta presión del agua contenida dentro de sí, que origina blancas y siempre diferentes formas caprichosas, regidas por no sé qué azar tan curioso.


El culto al maíz seguirá siendo nuestro, pero la cultura del maíz es de ellos.

6.7.05

Schlaft niemals zu Dritt, sonst erwacht ihr zu Dritt .[!]

Hundejahre, Günter Grass

(Nunca te acuestes en trío, porque despertarás en trío.)

Tautología a todas luces utilísima para cualquier tipo de osada aproximación.

Por cierto, excelente novela -segunda parte de la trilogía de Danzig-, aunque sea bastante compleja, es sumamente original.

25.6.05

La salsa inglesa no se baila

bloody_mary

Noticias recientes de nuestra corresponsal en un lugar que definitivamente está en el Reino Unido, acaban de echar por tierra nuestros intuitivos conocimientos.

Afirma categóricamente que, la sonadísima Salsa Inglesa no tiene que ver con ritmo alguno ni pertenece a la música popular de tan célebre isla. Y aquí me tienen creyendo que no sólo los Beatles, Radiohead, U2 y los Rolling, sino también esa pegajosa música que se baila tan bien vienen de aquel conjunto de islas. Suponía yo que los ingleses llegaron hace muchísimos años a Colombia y no sólo dieron a conocer su afición por las infusiones, el fútbol y una hora del día para coger con delicadeza la tacita y hacer migas. En eso creía yo, en que su desembarco también acarreó un germen que se apoderó de todos nosotros y nos alimentó de aquel ritmo tan nuestro. También me queda claro ahora por qué me iba tan mal en historia universal.

Pensándolo con blógica, estaría difícil mover a los ingleses al ritmo de salsa... y aún más el lograr que alguno, con todo y esas curiosas falditas y las gaitas, llevara tan sabrosa cadencia enmedio de las siempre brumosas calles de allá.

Lo curioso de este asunto es que la mentada salsa inglesa no es precisamente inglesa...

Sucede que un par de químicos(?) que se apellidaban Lea y Perrins (la marca actual de la salsa más vendida) recibieron el encargo de Lord Sandy de Worcestershire, quien estaba prendado a las salsas agridulces que probó por un buen rato en la entonces colonia inglesa que ahora es la India. El caso es que ellos se pusieron a crear una salsa bien original y agridulce. Abandonaron el proyecto porque no le daban. Dos años más tarde volvieron a abrir el barril que habían preparado (antes las cosas se hacían en proporciones considerablemente más grandes) y probaron la salsa... El añejamiento de la misma mejoró mucho su sabor, era como los buenos vinos, que con el tiempo se vuelven mejores. Contentísimos se pusieron a comercializarla a partir de 1837 y desde entonces tenemos salsa inglesa. Toda vez que los ingleses son ingeniosos comerciantes, la popularidad de la salsita se extendió, por lo que se volvió famosa y relevante. Aunque la fama no llega sola, se necesitan mitos y grandes nombres.

Un muy buen ejemplo de gran nombre es el coctel (del inglés cock y tail, por cierto) “Bloody Mary“, que es célebre por ser un muy socorrido “tratador“ de crudas. Además la salsa inglesa es de esos pocos ingredientes que están siempre en busca de platillos... ahora la vemos muy seguido en las carnes, luego en las sopas y hasta en las ensaladas.

Por cierto, sólo $ 13.90, precio de mostrador. Demasiado barata para ser un alimento que se lleva dos años de añejamiento y está hecha a partir de ingredientes “secretos“... A mí se me hace que es sólo eso, un gran mito, tan grande como la Reina de Inglaterra y la sonrisa de Tony Blair.

lea_perrins

12.6.05

Cuando McDonald's (y anexas) nos alcance

¿Mediano, Grande o muy grande?

Casi todos quisimos ir alguna vez a McDonald's. La razón era muy simple: esa comida monótona y grasienta poseía un encanto especial, así es, tenía algo que alguna vez nos pareció divertido, juguetes, juegos, payasos, etc. En mi caso no era Ronald el payaso, él más bien me daba escalofríos en su eterna pose de un agresivo listado rojo y amarillo, con las piernas despintadas -tanto niño que se le subía- y esa sonrisa que me hacía pensar que algo estaba ocultando. A mí todo ese ambiente agringado y festivo se me antojaba, sobre todo por la parte aquella donde habían juegos mecánicos varios, que es, sin duda, el imán atractor de niños. Van los niños, ni modo, van los papás, aunque esa carne precocida sepa a cartón y la variedad se limite a unos engendros fritos que están lejos de simular al pollo (y miren que el pollo sabe casi a cualquier cosa).

Con todo y eso McDonald's y anexas están a reventar los fines de semana.

Una zambullida, hace unos diez años, en el colorido restaurante daba resultados muy claros: la población visitante estaba bien definida, niños con sus papás y gente joven que pasaba por alguna malteada. La gente mayor dejaba a un lado las hamburguesas y la mayoría de la gente aún estaba muy contenta comiendo tacos o gorditas.

Otra zambullida, el 11 de junio, nos deja ver que las cosas han cambiado. Donde se veía lleno de niños, sigue igual. Pero ahora los demás estratos le están llegando a la comida rápida, como ampliando sus horizontes culinarios. Vemos varios pensionados pasar por la mañana a adquirir esos desayunos insípidos de a diez baros la pieza. Allá va uno de raro y cansado andar; con dificultad consigue esperar su pedido y trata de ignorar el enjambre de niños que permea casi todo el local. Al fin consigue sentarse, cruza con un esfuerzo considerable la pierna, observa su McTrío con una mezcla de aburrimiento y hambre, luego comienza a comer despacito, dando sorbos pausados a su vaso de papel reciclable, el cual grita cosas en diversos idiomas y colores chillantes, vendiendo ideas que están como una impronta en las nuevas generaciones.

Pero no se trata sólo de él. Luego se ve llegar a una pareja de aproximadamente sesenta años. Mas tarde entran cuatro marías con sus respectivos retoños. Todos piden en apenas español sus hamburguesas (lo que pude escuchar con total claridad fue "Coca-Cola", que se repitió en todos los casos). Y ahí están, y llegan más, todos de distintos extractos sociales, comiendo de lo mismo.

Ahhh! Al fin penetró de lleno la comida rápida gringa. Es ahora cuando vemos que hasta el tan peculiar "protocolo" de servicio está bien claro en todos los consumidores. Ya nadie espera en la mesa a que un mesero o chalán le tome la orden; tampoco vemos que la gente olvide pedir suficientes bolsitas de catsup o se pregunte acerca del tamaño de las porciones.

¿Para quién es aún desconocido el McTrío o los McNuggetts?, ¿la Quarter Pounder y la Big Mac?

Ahí estamos, consumiendo en charolitas de plástico reciclado de mediana densidad, compartiendo las papas y la catsup sobre un trozo de papel estampado que no parece incomodar a nadie; gozando el afortunadamente inigualable sinsabor de una hamburguesa tibia acompañada de suficiente almidón frito y salado y una considerable dosis del refresco preferido. Si se tiene la edad (o aunque no se la tenga), es posible hacerse de un juguetito. En estos momentos un C3PO de plástico -aquel dorado androide de Star Wars- me está mirando a la vez que es ensamblado por un contentísimo niño que apenas puede sostenerlo; por allá hay un peluche verdoso que apenas se asoma de la caja de cartón. Sin duda es cierto, McDonald's está en tu sonrisa. Bástenos mirar a esos niños frenéticos que celebran un cumpleaños en el ala izquierda, acompañados de una réplica aún menos afortunada del conocido payaso.

Y todo ese ejército de McCosas desfila ante nosotros mientras la cajera nos ofrece con una rutinaria atención:

- ¿Desea acompañar con un pay de manzana su orden?

10.6.05

Y dicen que nuestra memoria térmica es pésima

Yo no estoy tan seguro.

Unos sujetos, presumiblemente estudiosos de los asuntos más calenturientos del sentir humano, hace no mucho dijeron en la telera (o en algún otro méndigo recoveco mediático):

- Si ustedes se fijan, y aunque no se fijen, notarán que la capacidad que tenemos para "recordar" con claridad cuán caliente o frío es el entorno es muy limitada. En realidad, a pesar de quejarnos todo el tiempo del clima, comparándolo siempre con los años anteriores, no tenemos la referencia tan clara. Esto es, no recordamos claramente si estaba más o menos caliente.

Fútil madre! entonces eso de estar diciendo "ah! qué pinche calorón" en cada taxi que te subes o con cada persona con la cual no tienes absolutamente nada interesante por decir, no sólo es ocioso, no! también es absurdo.

Yo no sé uds., pero me vale si no me acuerdo bien del clima del año pasado, yo seguiré diciendo que este calor me tiene hasta la madre, y que consigue que hasta los moscos estén más flacos y lleven un vuelo claramente menos concentrado. Vamos, se nota hasta en esa polilla que acaba de entrar por mi ventana (de esas grandotas); y no es que la tan incómoda temperatura esté haciéndome alucinar con los invertebrados, lo que pasa es que nunca había visto una de ésas saltar con tan desesperante precisión en este vaso de té helado. Y ahora no es que envidie la condición análoga al tan célebre Gregorio Samsa en su inolvidable Metamorfosis, pero a poco no se antoja un peregrino clavado en esta cafesosa, helada y muy ligeramente azucarada piscina?

Pero cualquiera que sea el fenómeno de acaloramiento global (el Niño, o como lo llamen), no podría tener sólo pegajosas y desagradables consecuencias. Claro que no...

Bastará mirar las calles, notar que donde otrora halláramos abrigos y poca piel asomándose, ahora hay todo un desfile de poca ropa! Nada mal... definitivamente.

Por otra parte, creo que dejé de envidiar a la polilla... a los 15 minutos dejó de moverse, 'ora sí que ya se enfrió.


Claro, calro, calor!

5.6.05

Cuando la mano derecha no sabe batir hasta llegar al turron

bati_dora

Es entonces cuando duele la izquierda...

Me pregunto si todos los batidores de güevos antes de que la revolucionaria (en el sentido eléctrico) batidora llegara a sus manos, tenían un brazo más ponchado que el otro, o simplemente eran de esos seres ambidextros, de los cuales no sobran en este mundo. Aunque también tenemos esas batidoras que parecían monociclos, las cuales no dejan de ser un portentoso lance de la revolución industrial.

Un par de buenos güevos (sólo las claras, aclaro) pueden darnos nubes de merengue en no más de 5 minutos de batida con corriente eléctrica.

Otro par de nobles y donosos güevos (ya con yemas o sin ellas), a lo largo de unos 12 minutos, ofrecerán un turrón que difícilmente se despegará de las paredes de esta incómoda bandejita donde improvisadamente decidí imprimir toda mi hombría. El resultado siempre es satisfactorio, siempre y cuando no participe esa mano que a veces sentimos ajena -que en mi caso será la derecha, ante mi (ab) zurda situación-, porque puede proyectar el esponjoso contenido hacia lugares insospechados.

El encabronamiento subsecuente (más que obvio), nos llevará a lamentarnos por no tener esa pinche maquinita que cuesta no más de trescientos baros en “La Comer“ (una sencillita, claro), que siempre sí es así de revolucionaria. Evitará que se le fatigue el brazo izquierdo y que piense en por qué carajos este duque recién depuesto se encuentra batiendo un par de güevos.

Esto de las claras revolucionadas me hace pensar en que no todas las cosas tienen que llevar “todos los güevos“, pues en este caso nomás no sale el turrón.

Ah verdá...

3.6.05

Pero la colacion ya no estaba en la piñata...

Y los gringos fueron a un pais pequeño, dominado por la intolerancia y el terror.

Y luego le dijeron a todo el mundo que “todo suave“, que el rollo era nomás acalambrar al Saddam (a quien sacaran de un humillador hoyo y luego hasta fotografiaran en canicas, lavando sus enaguas), porque se estaba pasando de tueste con los pobrecitos iraquíes. Que el nuevo régimen republicano iba a rifar y que la gente ya no iba a pasar carencias.

Pero mucha banda en todo el mundo sí se dio cuenta de las obvias intenciones del belicoso Bush. Fue entonces que se empezaron a amuinar, quejándose de maneras muy diversas.

Ya vimos musulmanes inmolandose, también sórdidas imágenes en todos los medios, vamos, hasta salpicones de sangre de japoneses o belgas o italianos (para que vean que ellos no le entran al racismo), demostrando que el asunto está bien pesado.

Ahora, en 8 mm y technicolor, vemos una peliculilla que se llama “Las tortugas pueden volar“, que nos canta a grito pelado el devenir de los refugiados en las fronteras iraquíes. Yo no soy de los que van a sufrir al cine, pues considero que hay antes mil realidades (las locales, sobre todo) que nos patean los ojos en todo momento, aunque un considerable sector poblacional viva en una indolente burbuja que no los deja hacer conciencia.

Es entonces cuando vas a Perisur, núcleo de concentración fresa (o burguesa, en términos izquierdistas), y te das cuenta que ver películas “no-pop“ ya está súper in...

Y la incómoda banda dentro de la sala, las niñas, acurrucadas bajo el protector brazo peludo de su acompañante, con un no sé qué de tristeza... Volteo ligeramente a los asientos cercanos, noto que esas personitas que normalmente se posan en camionetota o vehículo con cuatro circulitos entrelazados, mágicamente adoptan una postura de sensibilidad inusitada.

Pus' sí, mira que el boleto, toda vez que da la entrada a la cómoda sala tipo estadio con refrigeración análoga a un carrito de paletas, permite llevarnos a posturas claramente establecidas... El sentido común indica que si la muvi está gruexa, la postura “in“ es enjugarse un rato las lágrimas o, por lo menos, dejar de ser esa inconsciente sorbedora de aguas del imperio (alias Coca-Cola, claro, en su versión light) y parar la maquinaria come-come de cualquiera de esas cosuchas que te venden con utilidades de ca. 500 %.

Vamos pues, que fluya la sensibilidad a moco tendido!!!

Ahhh! Vamos a empezar a extrañar esas congregaciones de ruquitos o de banda “cero a la izquierda“ que nunca, jamás llenaba la sala... No! ahora se llena, y se seguirá llenando los próximos días, y veremos que esa indolencia consumista, que da muestras diarias de no tener claro qué diablos pasa aquí, se desactiva en el cinito, convirtiéndose en una sensibilidad llevada a extremos similares a cuando mis hermanitas lloraban al ver los capítulos de Remi.

La propuesta va a ser simple: hagamos un filme de la realidad en la especie de país en la que vivimos, vamos a poner como un drama de 49 baros -precio de mostrador, sólo efectivo- (que muy probablemente lo sea) el caso de las muertas de Juárez o las bronquísimas del desempleo... Vamos a poner a prueba esa indolencia selectiva...


Y no digo que no haya que voltear para Irak, que vive una situación mucho más grave que la nuestra, lo sostengo que la magia del cine (sin que suene a popular cadena multicolor) es infinita! Mira que despertar la reflexión en aquellos ojos donde nunca vi nada más que moda y nuevas tendencias. Eso sí fue un logro.... o.... no habrá sido pura pose...? Chale!


Y de postre, cientos de comentarios, casi clonados diciendo más o menos lo mismo. Cinco minutos después, surge una idea... ya sé, mejor vámonos al Starbucks, no?

Ah!!! “todo suave“, no?

Y esta blógica, ¿sirve?

Pues sí,

tomando en cuenta que la ociosidad y la tecnología nos están rebasando, bien vale la pena echar a andar este motor.

Todos (los pocos o muchos que lleguen a entrar) van a preguntarse:

¿Qué méndigo motivo nos tiene posteando notitas en la internet?

Bueno, en mi caso se va a tratar de un vehículo para gritar todo eso que no encuentra oídos de inmediato, y sí, también (como casi todos) para darle en la madre a esta ociosidad, la cual sigue por desgracia -u lo que sea-, siendo la madre de toda psicología.

Sea pues, demos inicio a esta madrola que, sin embargo, se mueve (y un chingo).