5.6.05
Cuando la mano derecha no sabe batir hasta llegar al turron
Es entonces cuando duele la izquierda...
Me pregunto si todos los batidores de güevos antes de que la revolucionaria (en el sentido eléctrico) batidora llegara a sus manos, tenían un brazo más ponchado que el otro, o simplemente eran de esos seres ambidextros, de los cuales no sobran en este mundo. Aunque también tenemos esas batidoras que parecían monociclos, las cuales no dejan de ser un portentoso lance de la revolución industrial.
Un par de buenos güevos (sólo las claras, aclaro) pueden darnos nubes de merengue en no más de 5 minutos de batida con corriente eléctrica.
Otro par de nobles y donosos güevos (ya con yemas o sin ellas), a lo largo de unos 12 minutos, ofrecerán un turrón que difícilmente se despegará de las paredes de esta incómoda bandejita donde improvisadamente decidí imprimir toda mi hombría. El resultado siempre es satisfactorio, siempre y cuando no participe esa mano que a veces sentimos ajena -que en mi caso será la derecha, ante mi (ab) zurda situación-, porque puede proyectar el esponjoso contenido hacia lugares insospechados.
El encabronamiento subsecuente (más que obvio), nos llevará a lamentarnos por no tener esa pinche maquinita que cuesta no más de trescientos baros en “La Comer“ (una sencillita, claro), que siempre sí es así de revolucionaria. Evitará que se le fatigue el brazo izquierdo y que piense en por qué carajos este duque recién depuesto se encuentra batiendo un par de güevos.
Esto de las claras revolucionadas me hace pensar en que no todas las cosas tienen que llevar “todos los güevos“, pues en este caso nomás no sale el turrón.
Ah verdá...
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