¿Cuál es la probabilidad de que yendo hacia las pirámides de Teotihuacán una elefanta (puede o no ser del Circo Unión) se atraviese en el camino, el autobús en el que viajes tenga la mala suerte de impactarse con ella -matándola-, y no sólo eso, también tengas la mala suerte de morir en el siniestro.
Digo, es que en México los elefantes no son fauna endémica. Lo mismo en la India o en Buenavista (¿Todavía habrá circo permanente en Buenavista, Buenavista, Buenavistaaaaaa?) sería cosa de todos los días.
De esto han de saber mucho los que trabajan en el mentado risk assessment o algo así. De tal modo que para situaciones comunes se tiene una siniestralidad bien clara que puede ayudar a establecer el pago de primas y las coberturas. Esto realmente no tiene nada que ver, porque si chocas con un elefante, aunque tengas seguros El águila has de poder cobrar la póliza. Lo cierto es que los de El águila, además de hacer hasta lo imposible por no pagarte, también se la-mentarán de algo tan absolutamente improbable. Quién sabe, como se las gastan las aseguradoras, DEBE haber en algún lugar una cláusula en letras pequeñísimas que exima de la cobertura aquellos accidentes producidos por elefantas mal amarradas.
De hecho, ahora en el país ha de ser más fácil morir a manos del narco (más aún si se está en el bisne) que en un simple choque. De hecho, morir por culpa de la elefanta (o más bien, de quien la dejó mal amarrada) es sólo un choque, un accidente vial, pues, uno con una elefanta.
Todo esto acaba de pasar, y aquí está la nota:
http://www.milenio.com/node/83891
Como todos los días, como cuando se atraviesa un perro pero no nos morimos porque sólo escuchamos el doloroso crunch bajo las llantas. Bueno, yo nunca he atropellado a un perro pero eso me han contado.
Ya fatalistas, francamente, si me dieran a elegir cómo morir preferiría una muerte un tanto exótica. Ja! como si importara. Importa? Si ya muerto -al menos para los que profesamos el no-hay-más- no hay memoria ni constancia de la conciencia. De todos modos, estoy seguro que pocos han de ser indiferentes a su muerte, al cómo de su muerte, quiero decir. A lo mejor es como dice Kundera en Inmortalidad, donde se le ocurre que a los humanos lo que nos gusta es esa trascendencia, aunque no nos toque vivirla, aunque ni siquiera podamos controlarla. Justo como le ha pasado a todas las grandes personalidades que ahora -mucho más ahora- que están bien muertas son perfectamente incapaces de cambiar en algo la percepción que el mundo tiene de ellas. Ciertamente el deja un poco a un lado que todas esas personalidades -normalmente- vivieron intensamente y disfrutaron dejando esa huella, siendo célebres, pues.
Pero estamos hablando de la muerte. Si te preguntan cómo te gustaría morir, tal vez sea trascendente para ti porque la pregunta desde otro punto de vista -uno más humano- sería 'cómo te gustaría que te recuerden'.
Todo esto es absurdo para el nihilista, quedándose todo en el terreno de la vanidad terrenal, lo cual no le quita nada de trascendente. En cambio, para el creyente en el más allá, ahora todo tiene sentido, porque incluso ese cómo hace la diferencia entre irse al carajo o al cielo.
De todos modos, como dicen algunos sicólogos, a través de la vida humana la muerte y la idea acerca de la misma siempre es distinta. Con esto, a lo mejor justificamos por qué Kundera no escribió todo esto cuando joven, cuando prefería hablar de ideologías y nihilismo de sobremesa. Tengo una mejor: las sinfonías de Mahler tienen un bonito gradiente de concepciones de la muerte, que van desde el joven que ve morir al ser ajeno y lamenta esa muerte, así como la muerte "de fábula a la manera de Callot", o la muerte en el entorno más bucólico, pastoril. Cuando nos vamos acercando al final de su obra, la cosa se pone igual de moribunda (no se me ocurre otro adjetivo), pero con otro tono, uno mucho más oscuro, más desesperado, todavía contemplativo, todavía romántico, pero ahora sí, plenamente consciente de la muerte propia, que es la única que experimentamos pero nunca podremos componerle una sinfonía. Bueno, tal vez él trató, pero nomás le salió completo un Andante - Adagio. Dicen los que la han escuchado (no me cuento porque hasta la fecha no he tenido ganas de oírla -es en serio-), que es puro dolor, casi como las canciones de Sin Bandera.
¿Qué tan probable es que termine de escribir la tesis de doctorado antes de noviembre? A este paso, es poco probable. Tampoco puedo forzar al intelecto. Cuando no hay, no hay. No es cierto. Qué mentira (veane dixit). He tenido peores momentos en los que la concentración ha tenido que imponerse, pero ha sido más bien un escape, algo así como work-a-holicismo a escala.
Es puro azote, ya mero sale. Es puro writer's block, es puro paisaje moravo que me distrae. Bueno, a escribir.
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