Una postal que vale la pena desempolvar, una que no ha visto la luz pública. Es de Luis Ignacio Helguera (1962-2003) y me estremece cada que la recorro.
Postal de Brahms
Esta vecina de mis padres en Chicago
ensaya todas las tardes el Andante un poco Adagio de la segunda sonata para viola de Brahms
mientras piso las hojas rojas y anaranjadas de la Campbell Avenue
¿Por qué le obsesiona ese movimiento como a mí?
(Porque no lo estudia; le obsesiona)
¿Por qué pasan estas cosas, tío?
No toca nada mal la viola, aunque se atora en un pasaje difícil, como yo en la vida
Quisiera tocar el timbre de su departamento
hablar con ella de Brahms, de esa serenidad sublime
y admirar la belleza de su viola y su cabellera
y la expresividad de sus brazos y sus ojos
mientras me ofrece un café o una copa
y hablamos del poder evocativo y las meditaciones otoñales brahmsianas
y del estatismo armónico, extraño y sublime
en el que flota un clarinete de pronto solista sobre el piano en el tercer movimiento del segundo [concierto para piano y orquesta
y la invito a cenar a Belmont
¿Pero qué tal si es una güereja desabrida o una anciana decrépita
o un maricón pelirrojo o un gordo devorador de hamburguesas?
Sólo quedaría sellar una brahmsiana amistad y largarme
¿Por qué pasan estas cosas en la vida, tío?
¿Por qué se pregunta uno por qué, si la vida toda es naturalmente azarosa e indescifrable?
Hace años que me obsesiona la dulzura de ese Andante
Brahms desojaba lentamente en el pentagrama los árboles más bellos
Me invade la melancolía pero no tengo el valor de tocar el timbre
Tal vez esa mujer espera a un brahmsiano que toque su timbre
Tal vez esa mujer sea tan solitaria y triste como yo
Tal vez esa mujer y yo podríamos amarnos, apadrinados por las barbas de Brahms
Tal vez sea la mujer de mi vida y me separen de ella la cordura y la cobardía de un timbre
Después de todo, la melancolía de los acordes
ambienta bien mi soledad
Me quedo con la belleza pura de la música
silbo la melodía y piso las hojas rojas y anaranjadas de la Campbell Avenue
y regreso con mis padres
Qué triste y hermoso y brahmsiano es el otoño en Chicago.
Es triste: este bohemio y ajedrecista nos dejó antes de tiempo. Un recuerdo de él y su obra.
4 comentarios:
LLegué acá de casualidad.Don't worry,no soy ni maricón ni pelirrojo.Escribo porque me impresionó lo que escribe el tal Helguera y quisiera saber quién habrá sido y qué habrá escrito para incorporarlo a mis rutinas insomnes.
Bien, no hay preocupación.
El buen Helguera fue un cronista, escritor y poeta. El talento para la poesía así de desgarradora le llegó al final de la vida; cuando la muerte lo llamó éste imprimió desesperación, introversión y melomanía en los pocos poemas en prosa que bien logrados nos dejó.
Tiene algunos libros, unos son muy difíciles de conseguir, pero es muy probable que te hagas de dos de ellos:
Traspatios (Colección de lecturas mexicanas, FCE, 1989)
Atril del melómano (Sello Bermejo, CONACULTA, 1997)
Los demás, ahí si los consigues me dices donde, porque no los he leído:
Por qué tose la gente en los conciertos? (ALTEA, creo)
y otros que ya no recuerdo.
Diré que yo me enteré de su existencia cuando ya llevaba un año de muerto, hace más de un año, al escuchar un concierto en su homenaje. Tal concierto fue en la Sala Carlos Chávez. Sumamente emotivo.
Fernando llegó al concierto atraído por el plato fuerte, la primera sonata para violín, Op. 78 de Brahms, transcrita al chelo. Durante el concierto se leyeron fragmentos de obras suyas, los cuales me capturaron de inmediato. Es curioso, pero mis gustos musicales, por el ajedrez y por varias otras cosas, coinciden con los de Helguera, acaso por eso siento bastante identidad con su obra. El poema que aparece en el blog me llegó directo hasta el tuétano, cosa que a todos nos pasa poco en la vida.
En fin, feliz inmersión en la obra de este hombre, breve pero intensa, llena de pasión por Brahms, Villa-Lobos, Satie y Revueltas.
Es cierto,la prosa de Helguera llega hasta el tuétano y solo de vez en cuando pasan estas cosas.Voy a ver si lo consigo por acá,no tengo la suerte de vivir en México.
Ahí nos vemos.
El eterno otoño, eso es Brahms en esas obras.
Nunca sabremos por qué confió sus últimas notas al clarinete.
El trío para clarinete violín y piano, Op. 114
El quinteto para clarinete, Op. 115
Las sonatas para clarinete, Op. 120
No compondría Brahms más música de cámara. Ésa fue su despedida; lejos de la energía y pasión que dejó en sus anteriores obras, éstas nos llevan con exquisito contrapunto hasta remansos de paz y melancolía.
Aquellas dos sonatas Op. 120, disponibles también con viola, eran de lo más querido por Helguera, quien prefería las cuerdas a las maderas en este caso.
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